
Hoy domingo un grupo de escritores, poetas, artistas y amigos del poeta Juan de la Alhambra, recientemente fallecido, van a reunirse por los espacios de la Alhambra, haciendo honor al apellido que se había inventado para su caminar literario, con el propósito de evocarle a través de su obra; una buena manera de recordar a los que fueron en vida, auténticos cultivadores de palabras. El aglutinador, Pepe Gilabert, con el consentimiento de su familia.Juan de la Alhambra llegó hace muchos años a mis soledades literarias, en plena juventud, y a más de mil kilómetros de distancia, concretamente al valle de la libertad de una cuenca minera, la de Laciana, por las montañas leonesas, que era donde servidor vivía por entonces. Llegó como suelen llegar los poetas, remitiéndome una joya literaria, su último libro de poesía que había publicado. No me pregunten quién le dio mi dirección o cómo supo de mi existencia, en consonancia con sus afanes y desvelos poéticos. Los poetas subterráneos, los que somos poetas porque sí y cultivamos la poesía como forma de vida, y por ende a tiempo completo, nos enraizamos por mucha distancia que nos separe. Él formaba parte de ese grupo que camina al margen, porque se movía en la frontera, y sentirse libre era su máxima. En las cosas más cotidianas sentía el verso, él era ese mismo verso, un corazón en busca de poesía.Vuelvo a ese primer encuentro literario con Juan de la Alhambra. Recibir aquella primera entrega de un poeta granadino, recién pasada mi mayoría de edad, en Villablino -comarca de Laciana como digo- fue todo un acontecimiento. Un sobre grandísimo. Hasta el cartero que venía por entonces en caballo, mostró cierto interés por saber qué puñeta traía dentro el susodicho envío que le llenaba la cartera. Cuando le comenté que poesía, no se lo podía creer. Creo que pensó para sí, ¿otro loco más?, pero al final sólo dijo: ¿Pues la poesía pesa más que el jamón! La verdad que me adjuntaba el libro, junto con diversos poemas inéditos, verdaderamente deslumbrantes y crecientes de sol de Andalucía y de granadinismo, y decenas de copias de reseñas publicadas en prestigiosos periódicos y revistas literarias de medio mundo, sobre todo de Argentina. Uno que había conocido en la adolescencia esta ciudad, muy de pasada, en un viaje de estudios, pero tiempo suficiente para quedarse prendado de sus rincones y plazas, con un tremendo deseo de volver, encontrar a una persona con las mismas inquietudes literarias, viviendo en la localidad que uno añoraba en la distancia, fue verdaderamente fructífero. El sueño de que Juan de la Alhambra fuese al valle de la libertad, hoy reserva de la biosfera, a dar un recital de poesía no se cumplió. Yo si regresé a Granada, donde fijé residencia como era mi deseo. Quedó pendiente mostrarle aquellos silencios y aquellas soledades, muy parecidos a los que se pueden vivir por la Alpujarra granadina, y compartir con él espacios puros del verso que germinan en el mismo aire que se respira o en la misma fuente en el que mojas los labios para proseguir caminos siderales, donde el silencio es luz y la soledad vida. Ya en Granada, sobre todo en los primeros tiempos de mi venida a la ciudad, fue cuando hicimos recitales de poesía juntos y hasta compartimos un libro, 'Al margen', coordinado por Pepe Gilabert ¿Cuántos sueños al viento lanzados! ¿Cuánta vida vivida! Últimamente, él se había alejado, no de cultivar poesía, que me consta lo hacía y así me lo advirtió recientemente cuando nos encontramos por Recogidas. Quería que hiciésemos un recital de poesía juntos en el Centro Suárez de los jesuitas, «algo antológico para sorprender a la ciudad» me dijo. Por desgracia para mí, el trajín diario del momento actual, nos dejó sin tiempo para llevarlo a buen puerto. ¿Quizás hubiese sido su último recital y por eso él tenía tantos deseos de hacerlo y sellar así nuestra vieja amistad? Aunque me comentó de su enfermedad, la verdad que no me lo quise creer, el buen aspecto con el que le vi nada hacía presagiar este tremendo desenlace. Del clarividente Juan de la Alhambra nos queda su obra, no muy amplia, pero lo suficiente para que pueda ser recogida en una digna antología y que las nuevas generaciones la disfruten. Por los caminos de sus versos libres, cuajados de recursos metafóricos, espiga el sueño de la verdad, la palabra exacta para iluminarnos y calentarnos ante el frío existencial. Escribía porque le desbordaba el corazón. Cada poema suyo es único como único eran sus abrazos y su generosidad. Cantaba cosas humildes que las hacía grandes porque así lo sentía. Se nos ha ido, pues, sin apenas habernos enterado, el poeta, pero sobre todo el amigo auténtico, leal e ingenioso. Una llamada de una de sus hijas me puso en alerta cuando todo ya había pasado. Como buen amante de la poesía, seguro que ya está encendiendo estrellas por el cielo, para que la eternidad se nos ilumine a los de aquí abajo, con un poema interminable de amor. Gracias Juan por tu amistad. El verso nos une perennemente igual que la copa de los olivos de tu tierra, y ahora la mía también, une los horizontes de los pueblos.

No hay comentarios:
Publicar un comentario